La policía reprime las principales protestas de los campus de Estados Unidos | Internacional – Technologist
La policía ha arrestado a más de 200 personas en la madrugada de este jueves durante el desalojo del campamento propalestino en el campus de Los Ángeles de la Universidad de California (UCLA) después de que los manifestantes desobedecieran la orden de abandonarlo. El Departamento de Policía de la ciudad no ha especificado cuántos de los arrestados eran estudiantes. Mientras se producían forcejeos entre fuerzas del orden y manifestantes, algunos de ellos en pijama, en el otro extremo del país, en la costa Este, comparecían ante un tribunal algunos de los activistas arrestados el martes por la noche al evacuar la policía un edificio ocupado en Columbia (Nueva York). En la Casa Blanca, el presidente Joe Biden defendía la libertad de asamblea pacífica, pero condenaba los actos de violencia, en su comentario más extenso y directo desde que comenzaron las protestas por la guerra en Gaza. “Los estadounidenses tienen derecho a protestar, pero no el derecho a sembrar el caos”, dijo el mandatario, después de días sin pronunciarse al respecto, escudado en sus portavoces.
La represión de las protestas, con un total de 2.000 detenidos desde el 18 de abril, según un conteo de la agencia AP, va en aumento a medida que pasan las horas: en la Universidad Estatal de Portland, en Oregón, la policía empezó a rodear la biblioteca del campus, que los manifestantes ocuparon y fortificaron en los últimos días en previsión de un posible enfrentamiento. Los agentes cerraron varias manzanas alrededor del edificio y pidieron por megáfono a los que están dentro que salgan. Similares escenas se vivieron desde Arizona State a Virginia Tech y desde Ohio a Yale. Solo algunas universidades —como Berkeley, Northwestern y Brown— han conseguido mediante negociaciones evitar enfrentamientos entre policía y estudiantes.
La policía desalojó el campamento propalestino de la UCLA este jueves tras concentrar efectivos en el campus durante la noche y producirse algunos forcejeos con manifestantes que desoyeron las advertencias de que se marcharan voluntariamente si no querían ser detenidos. En total, las autoridades detuvieron a 209 personas. La mayoría de ellas ha sido acusada de un delito menor, desobedecer las órdenes para dispersarse, dadas sobre las 18.00 del miércoles. El ultimátum fue parecido al que Columbia dio a los acampados el lunes pasado, horas antes de que un grupo de decenas de personas ocupase un edificio del campus, lo que provocó la intervención policial a petición del rectorado.
El enfrentamiento se venía gestando desde el martes por la noche, cuando las autoridades de una de las mayores universidades de California, que en un principio habían adoptado una actitud tolerante hacia la protesta, declararon el campamento ilegal. La tensión se disparó a última hora del martes y primeras del miércoles, cuando contramanifestantes proisraelíes intentaron entrar por la fuerza en el campamento, derribando las barricadas instaladas por sus rivales y atacando a algunos estudiantes propalestinos. El rector de la universidad, Gene Block, calificó a los contramanifestantes de “instigadores”.
“Las diferencias de opinión son fundamentales para este país, pero en ningún caso deben llevar a disturbios”. Así se manifestaba Biden en una declaración en la Casa Blanca tras los sucesos de la madrugada. El presidente estadounidense, que desde el comienzo de las protestas había evitado pronunciarse y había delegado en sus portavoces para expresar la posición de la Casa Blanca, trató de mostrarse salomónico en su declaración. Defendió el derecho a la libertad de expresión y manifestación pacífica, pero se declaró en contra de los actos violentos.
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“No somos un país autoritario donde silenciamos a la gente o aplastamos la disidencia. Aquí se escucha a la gente. De hecho, las protestas pacíficas forman parte de la mejor tradición de cómo los estadounidenses respondemos a cuestiones polémicas. Pero tampoco somos un país sin ley. El orden debe prevalecer”, afirmó Biden, antes de subrayar de nuevo: “Los estadounidenses tienen el derecho a protestar, pero no el derecho a sembrar el caos. No hay sitio para los discursos de odio o violencia de ningún tipo, sea el antisemitismo, la islamofobia o la discriminación contra los árabes estadounidenses”.
Biden tenía que hilar muy fino. Por detrás de Donald Trump en las encuestas de cara a las elecciones de noviembre, inclinarse del lado de los manifestantes le expone a las críticas del Partido Republicano, que trata de dibujar las protestas como un episodio de caos, extremismo y odio antijudío que la Administración demócrata es incapaz de controlar.
Pero mostrarse crítico con el movimiento estudiantil supone arriesgarse a perder voto juvenil e irritar al ala progresista de su propio partido. Algo que no se puede permitir de cara a noviembre, cuando cuenta con el respaldo de los menores de 30 años como uno de los pilares en su carrera para ser reelegido. Ya le han llovido críticas de esos grupos y la comunidad árabe estadounidense por su apoyo a Israel en la guerra.
Así, Biden contestó con un tajante “no” a la pregunta de los periodistas acerca de si considera necesario el despliegue de los soldados de la Guardia Nacional para desalojar a los manifestantes de los campus. Algunos políticos republicanos han llamado a recurrir a esos cuerpos en sus Estados para mostrar mano dura contra los participantes en las acampadas.
Pese a las intervenciones policiales, la protesta continúa. Casi dos horas después de que miembros de la Patrulla de Carreteras de California desmantelaran el campamento de la UCLA, algunos jóvenes seguían resistiéndose a la orden de desalojo, con una actitud incluso desafiante. A las cinco de la madrugada, hora local (las 14.00 en la España peninsular), decenas de ellos seguían coreando los eslóganes de la protesta (Palestina libre, Revolución Intifada y otros) y algunas tiendas de campaña continuaban en pie, aunque la mayoría fueron desmontadas y arrojadas a una pila de basura. La policía se llevó a más manifestantes, maniatados por bridas de plástico, y dio otro aviso de dispersión a los restantes para que se fueran si no querían ser detenidos. Un grupo de unos 40 jóvenes se reunió en medio del campamento y se negó a abandonarlo. Otros intentaban reforzarlo con barricadas metálicas, palés de madera y conos de tráfico.
Mientras, al menos 20 personas comparecieron ante un tribunal de Nueva York durante la noche, del total de 282 detenidas en la Universidad de Columbia y en el City College de Nueva York (CUNY, universidad pública) en el desalojo de sus respectivos campus. Según el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD), que intervino en la noche del martes a petición de la rectora de Columbia, casi la mitad de los arrestados (134) no tienen relación con las universidades, lo que abonaría las denuncias de las instituciones y hasta del propio alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, sobre la participación de personas ajenas a los campus. Uno de los detenidos, un hombre de 40 años que permanecía en el edificio ocupado por los manifestantes en Columbia, ha sido imputado por arrebatar a un joven una bandera israelí durante una protesta de signo contrario.
Los campamentos se mantienen en más de 40 universidades de todo el país, a pesar del desalojo del que fuera su epicentro, Columbia ―al que se suma ahora el de la UCLA―, así como de las detenciones generalizadas y las amenazas de suspensión o expulsión académica que arrostran los estudiantes. Sus principales reivindicaciones son, además del alto el fuego en Gaza —un reclamo insistente desde que empezó la guerra tras el ataque de Hamás el 7 de octubre—, que las universidades retiren sus inversiones de empresas vinculadas a Israel y la completa transparencia de su cartera de inversiones y, en el caso de Columbia —donde la policía desalojó un primer campamento el 18 de abril, prendiendo la mecha de la movilización nacional—, la readmisión inmediata del centenar de detenidos entonces.
Algunos alumnos de Columbia recibieron entonces una carta de la administración en la que se les declaraba “persona non grata” debido a su “comportamiento alarmante y preocupante”. Mediante la misiva, la universidad recordaba a los destinatarios que, si eran “hallados dentro del recinto propiedad de Columbia sin la debida autorización [que debía ser solicitada al menos tres días hábiles antes], serán considerados unos intrusos y sujetos a inmediato arresto”.
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